lunes, 13 de abril de 2015

"Welcome to Hollywood" o la soledad del hombre-fiesta

Un hombre baila en el centro de una discoteca. Se lo pasa bien. Todos lo miran admirados. El tipo ríe, habla, cuenta chistes... Lo adoran. A la mañana siguiente se levanta solo, en una habitación vacía y se mira al espejo: "¿soy en verdad el hombre de la discoteca?", se pregunta. O a lo mejor ha pasado la noche con una mujer y se ha ido de fiesta al día siguiente y al otro y al otro y al otro. Sus amigos creen que es la hostia: "qué tipo con suerte", dicen. Pero un día, da igual si es el primero o tres años después, se levanta solo, en una habitación vacía y se mira al espejo: "¿soy de verdad el hombre de la discoteca?", se pregunta. O se levanta con una mujer a la que ama y se pregunta lo mismo: "¿fui de verdad el hombre de la discoteca?". Quizás se ha dado cuenta de que, a pesar de todos los "amigos", de todas las mujeres con las que ha compartido cama, de ese vivir hacia afuera, profundamente se siente solo (o le basta la compañía de la mujer a la que ama, lo que en ocasiones también es sentirse solo porque parece una huida hacia adelante en la que no cabe nadie más). Piensa que ha estado alimentando a los demás, pero que los demás no lo alimentaban a él. No había reciprocidad y él estaba harto de dar y casi nunca recibir. No es una cuestión de egoismo; es una cuestión puramente social: te ayudo, me ayudas, nos ayudamos... Sin exigencias, claro, pero con un mínimo decoro comunitario. Ese hombre era un hombre-fiesta, un individuo que disfrutó mucho, pero que acabó quemándose porque vio cómo los demás lo usaban para beneficio propio sin importarles realmente quién era de verdad, qué había detrás de tanta risa (y la risa, en no pocas ocasiones, es el paso previo al llanto). ¿Fue alguna vez Julián Lara ese hombre-fiesta? De su libro Welcome to Hollywood se desprende que algo hubo de esto, aunque habrá quien piense que el sevillano sí exigía demasiado a quienes lo rodeaban, pues, en verdad, pudiera parecer la víctima de un mundo repleto de desalmados. Sin embargo, la cosa puede ser más compleja (o no).
José Manuel Serrano Cueto

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